Mi historia
Aquí es donde digo lo de mis estudios y esas cosas
Terminé la diplomatura de Ciencias Empresariales, también la de Experto en acupuntura en Santiago de Compostela. Hice el primer año de Física y el primer año de Educación Social.
En cuarto año de Marketing y Publicidad, abandoné. He realizado cientos de cursos de formación gerencial, de organización del trabajo, coaching, ventas, copywriting, meditación, medicina china, estética oriental, taoísmo, budismo, etc.
y...¿sabes qué te digo?
Que en la universidad es donde menos he aprendido, porque en la universidad no me dieron hostias y la vida va de eso, de que de vez en cuando te pegan y tú te levantas.
He aprendido cuando me he entendido y me he aceptado. Cuando me he hecho responsable. Cuando me he transformado en la dificultad, cuando he amado y cuando he vomitado rabia. Así aprendí.
Por cierto, no soy psicólogo, y no se muy bien si hago coaching, mentoría o que hago, en realidad, no me gustan las etiquetas. Considérame como quieras. Sólo soy una persona a la que se le da bien escuchar y guiar a las personas a conseguir sus objetivos.
Te lo digo por si esto para ti es un problema.
Para mí, no lo es. Y para las personas a las que he ayudado, tampoco.
Por cierto, soy Luis Pascasio, encantado
Bellotero: Nací en 1974 en Mérida (Badajoz) y fui el único niño que nació en esa semana, el resto fueron niñas. Todo el mundo venía a verme por ser el único niño y nacer con mucho pelo.
Dicen que era muy guapo, o por lo menos eso me cuenta mi madre.
Ahora estoy calvo y mi madre hace tiempo que no me dice guapo.
Creo que de ahí viene el dicho “lo importante no es cómo empiezas, sino cómo terminas”
Con 8 años hice la comunión. No tengo fotos, el fotógrafo se emborrachó y las perdió. Es real.
1986 – Mi primer trabajo fue con 12 años, recogiendo tomates en Montijo, donde vivía.
Lo hacía en una plantación de mi tío Manolo para pagar mi material de tenis. Aunque el trabajo era como un juego para que viera lo duro que era el campo y trabajar al sol, me sentía fuerte y realizado.
En aquella época descubrí que estaba muy conectado a la naturaleza, que algo me unia a ella. También me di cuenta que me gustaba ganar dinero.
1988 – Mis padres se mudaron a Sevilla para, para que mis dos hermanas y yo tuviéramos más oportunidades académicas y laborales. Me adapté muy bien al cambio y rápidamente hice amigos.
1991 – Para pagarme mis cosas y caprichos, repartía publicidad en los barrios más conflictivos de Sevilla. Nadie quería ir allí a repartir porque se suponía que era peligroso, así que yo les pedía el triple y me lo pagaban. Por aquel entonces jugaba al Rugby. Era inocente y gilipollas, a partes iguales. Lo digo porque creía que estar fuerte como un toro, me serviría de algo.
Conocí a tipos que estaban fuera de la ley, pero que si le mirabas a los ojos y cumplías su ley, no tenías problemas, y lo más inteligente en la vida, es ser legal dentro de la ilegalidad y ser más listo que fuerte.
Aprendí que hay cosas que no puedes cambiar y es mejor fluir con las circunstancias y salir lo menos dañado posible. Esto es lo que se conoce en el taoísmo como el Wu Wei, que más adelante en mi vida lo descubriría y empezaría a practicarlo. En esos barrios vive gente muy feliz, por eso creo que cualquier lugar es bueno para vivir. Si sabes vivir.
1992 – Empecé a trabajar en Telepizza para pagarme la universidad. Era de los repartidores más lentos, pero de los más rápidos cuando tocaba llevar pizzas a un chalet regentado por prostitutas que daban las mejores propinas. También porque tenía la fantasía de que me invitarían a pasar. Nunca me invitaron.
En mi primer día de trabajo, cuando entregué mi primera pizza, me ofrecieron un trío. Dije que no. Ya he dicho más arriba que era gilipollas.
De este trabajo aprendí que en la vida nuestro principal motor es la motivación y el deseo, que si no tenemos una motivación clara en el día a día, todo se hace muy cuesta arriba.
Yo lo hacía por ganarme un dinero y por si me invitaban al chalet.
Y aprovecho para preguntarte, ¿Cuál es tu motivación?
1993 – 1995 – Esta etapa fue confusa. Hacía prácticamente cuatro cosas.
Estudiar en la universidad.
Trabajos esporádicos.
Borracheras de fin de semana y cuando no era fin de semana (de ahí la confusión).
Intentar ligar, aunque era muy torpe.
Todo lo que hice en está época, mejor o peor, me servió para aprender, que si no intentas cosas, si no experimentas una y otra vez, si no te equivocas, no aprendes y mueres en vida.
“hay quien muere con 25 años y los entierran con 75 años” Benjamín Franklin
1996 – Empiezo a trabajar como becario en un banco.
Iba de pueblo en pueblo, como de oca en oca y con muy poco dinero en mi bolsillo.
Por primera vez supe que era la soledad. Ocurrió en la buhardilla de una casa vieja donde me hospedé, era fría y a menudo se iba la luz. Lloré, aprendí a llorar y a estar solo con Esteso y Pajares, que eran los dos murciélagos que revoloteaban y animaban mis noches.
Pero sobre todo, interioricé que si no sabía estar solo, no sabría estar acompañado.
Me centré en trabajar mañana y tarde y a estudiar por la noche. Aprobé curso y medio en la universidad sin asistir.
El secreto estuvo en un director, que ejerció de mentor y me guío para sobreponerme a los problemas y poner foco en lo importante.
Me hizo ver, que la única manera de tener una mentalidad fuerte, era consiguiendo logros y superarme día a día.
1998 – Ya en Sevilla, un amigo y compañero de trabajo, se intentó suicidar. Pude detenerlo ese día y otras posteriores. Me hice responsable de sacarlo adelante, de ayudarlo y quitarle esos pensamientos de su cabeza, pero la situación me sobrepasó por cuestiones duras que aquí no contaré.
Sólo tenía 24 años y no estaba preparado para esa responsabilidad y me llenó de ansiedad y frustración. Eso llevo a afectarme mucho a nivel personal, incluso a mis relaciones sexuales.
Pegué varios “gatillazos” en la cama, así que tuve que lidiar con problemas de autoestima y falta de confianza durante un tiempo. Fue cuando empecé a realizar sesiones de meditación e hipnosis y fue lo que me permitió salir de ese pozo en el que estaba.
También, interioricé que lo que dijeran los demás no me afectara, que las palabras son sólo palabras.
Special olimpics – Empecé a colaborar como voluntario en esta asociación, enseñando natación a chicos con síndrome de Down.
Fueron tres años maravillosos y entendí que me gustaba ayudar a la gente. Con estos niños descubrí que la felicidad está en lo sencillo, en tener ilusión, en los abrazos, en las sonrisas puras y fueron ellos los que me ayudaron mucho a encontrarme y ver que mi propósito en la vida tenía que ver con ayudar a personas.
2007 – Realicé una expedición a Groenlandia que cambió gran parte de mi. Estuve tres semanas entre los fiordos y el hielo, alejado de la civilización y viviendo con lo básico.
El silencio me ayudó a conocerme, a aceptar mis partes más oscuras e inseguridades, y a entender, que para ser feliz, necesitaba muy poco. Fue entonces a la vuelta del viaje, que me di cuenta que estaba preparado para abrirme al mundo.
Un mes después de venir de la expedición, con 33 años, conocí a Susana, mi mujer. La única mujer de la que me he enamorado. Antes había estado con suficientes mujeres como para haberme enamorado, pero había vivido con una coraza.
Todo eran excusas para no sentir, porque había temido a que me hicieran daño. Mirar a mis inseguridades y a aceptarme tal como soy y que eso no te hace vulnerable, sino más fuerte, es lo que me permitió empezar a vivir y a estar vivo.
Hasta 2013 mi etapa trabajando en el banco fue bastante buena. Tenía reconocimiento y me pagaban bien. Viajé mucho, conocí a muchas personas, y aprendí de muchas culturas, y cómo se puede ser feliz en cualquier lugar del mundo.
Sin embargo, mi exceso de responsabilidad en el trabajo, querer tirar adelante y echarme todos los problemas a la espalda, tanto del trabajo como a nivel familiar, me pesaba.
Me apoyé en dos personas para que me guiaran y orientaran a nivel profesional, ejercieron de coach, mentor o como queramos llamarle y desde entonces siempre cuento con el apoyo y el acompañamiento de personas que me ayudan y me guían a crecer personal y profesionalmente.
Me enseñaron que la vida es una búsqueda de crecimiento continuo y eso es lo que nos hace felices: el avanzar y el crecer.
Durante años tuve problemas importantes de dolores en la espalda, así como otras dolencias.
Quisieron darme morfina para los dolores y dije que “no”, y, ahí, desde la desesperación, fue cuando tuve contacto con la medicina tradicional china.
Cuando ves que el ser humano es más que sus partes, es más que una mente y un cuerpo y que está en continua interacción con todo lo que te rodea, empiezas a cambiar tu vida desde la aceptación, desde el cambio continuo y fluyendo con tu naturaleza y tu entorno.
Porque el gran error que cometemos es querer controlarlo todo y eso es agotador, porque es imposible de conseguir.
La medicina china vino a ensamblar, relacionar y darle sentido a todo lo que intuía desde pequeño y a todo lo que había vivido.
La filosofía que hay detrás, el taoísmo, además del budismo, me han ayudado a vivir una vida más plena y sencilla: a disfrutar y a aceptar.
2013 – 2014 Entro en una etapa muy convulsa en mi trabajo porque me enfrenté a un superior. Por principios y valores, no estaba dispuesto a hacer ciertas cosas. Además, estaba en una oficina con muchos problemas, por lo que me llevo a tener una gran tensión diaria por la persecución de la que fui objeto.
Después de fallecer mi padre, mi madre enferma, una mala operación que me realizaron y tres abortos de mi mujer, quise tirar adelante con todo y ayudar a todos, pero me fue imposible.
Me fue posible ayudarlos, pero me fue imposible salir ileso. Demasiados frentes abierto, situaciones, pensamientos negativos y tóxicos que no supe manejar.
Fue mi primera baja laboral en años de trabajo.
Ese mes, en el que me alejé del trabajo, me sirvió para ordenar mi cabeza y adquirir las herramientas que me faltaban a nivel personal, para tener una mente más fuerte y saber fluir con situaciones difíciles.
...y lo conseguí haciendo algo que cambio para siempre mi vida. Pasé dos noches solo en el bosque. El miedo y el frío me atravesaron, me paralizaron. Sentí pánico.
Los animales que se acercaban en la oscuridad y cada ruido del bosque me enfrentó a cada uno de mis fantasmas. Quise correr, abandonar, huir, escapar. Mi mente me hizo tener visiones y revelaciones. Aguanté. Vi todos mis temores, mis inseguridades, los entendí y desde entonces, al miedo le miro a los ojos.
Sigo teniendo miedo, pero me río con ellos. Al miedo no le gusta que se rían en su cara, porque le quitas toda su fuerza.
Aunque ya había decidido dejar el trabajo, desde esas dos noches de noviembre en la sierra de Cazorla, sentía que tenía el poder de manejar cada circunstancia y mi destino. Y quería navegar nuevamente en el mismo mar revuelto, y esta vez sabía que el miedo lo sentirían otros, yo no.
Así, que decidí incorporarme a la misma oficina, no quería otra. Y me enfrenté a mi superior y a la entidad dirigiéndome a la cúpula directamente.
Gané, porque ya no tenía miedo y ellos si.
“Cuando un hombre pierde el miedo, no se le puede parar”
2015 – Dejo el banco un 9 de enero tras un muy buen acuerdo. Al día siguiente, no me acordaba de que había trabajado durante 17 años y me sentí el hombre más feliz sobre la tierra.
Sin rencores por la última etapa y sin elevar a los altares las buenos tiempos, que fueron muchos. Lo tomé como una transición tranquila y sabiendo que todo lo que había ocurrido era necesario para algo que me deparaba el destino. Dejé la entidad siendo una persona mucho más fuerte.
2016 – Tras varios abortos, nace Martina, mi hija. Cuando la vi por primera vez, todo cuadró y tomó sentido.
Me sentí el hombre más fuerte del mundo, me sentía invencible y capaz de todo por ella, pero a la vez, sentí que también era vulnerable, porque dentro de mí se reveló una sensación de que el resto de mi vida, todo lo que le pasara a ella, me afectaría a mí.
Mi hija es una continuación de mi ciclo vital, tal y como he aprendido del taoísmo. Como padre, mi misión es que crezca libre y sabiendo que a pesar de que la vida no es un cuento de hadas, puede llegar a ser un lugar maravilloso si sabe bailar como ella quiere bailar y fluir con su propia naturaleza y su propia esencia.
2017-2020 – Monto una clínica y un centro de formación. Trabajé con doctoras chinas y eso permitió ampliar mis conocimiento de medicina china y estética oriental que practicaba hacía años.
Nuestros colaboradores nos dejaron de pagar de un día para otro, así que decidimos traspasar la clínica. Habíamos invertido todo nuestro dinero y incluso pedimos préstamos.
Había dos opciones, traspaso o ruina.
Junto a mi socio, traspasamos en tiempo récord, justo antes de la pandemia. Perdí todos mis ahorros y me quedé con algunas deudas, pero el traspaso nos permitió seguir vivos.
2020 – En plena pandemia, ante la incertidumbre, sin trabajo, con deudas, con muy poquito dinero y con una niña pequeña, contrato a un mentor para sacar online los cursos de estética y montar lo que es hoy la Escuela de Estética Oriental.
2021 – De casualidad y por petición, empiezo a realizar mentorías para centros de estética, porque las alumnas así me lo solicitaron.
De la experiencia en las mentorías y mi trayectoria profesional, en 2023 lancé la Escuela de Negocios de Estética.
Todo lo que he ido aprendiendo y superando en la vida, es lo que me ha permitido sacar estas dos líneas de trabajo adelante.
2024 – Una vez que ambos negocios van en "automático", he sacado digamos de manera “oficial” lo que llevo haciendo durante un tiempo en la sombra y además me hace feliz.
Y es... ayudar a personas a que avancen y sientan que su vida tanto en lo profesional y en lo personal, merezca la pena.
Les ayudo a que escriban su propia historia
Y lo hago, porque yo he pasado y he superado mucho de lo que observo en muchas personas a día de hoy.
Personas que buscan y prueban mil cosas para poder ser felices y encontrar un sentido a sus vida, pero que les falta, que les guíen y aporten claridad para conseguir vivir la vida que merecen.