#Carta 2: Una viuda que sabía vender y seducir
Avances de personas que ya están dentro ¿serás tú la próxima persona?
"Wow, me encanto y me reí mucho con la primera historia y la práctica que nos distes. Es algo potente. La he utilizado durante estos días y he conseguido en muchos casos parar la mente. La sensación de control y bienestar es grande, es una manera muy buena de no estresarte, enfadarte y pasar de todo eso que muchas veces nos invade la mente y nos molesta. Seguiré practicando"
Antes de leer la historia quiero que pienses sobre esto
Quiero que pienses, en esas veces que has querido algo y no has sabido expresar lo que querías y has perdido la oportunidad.
Tómate unos segundos e intenta recordar esa vez que, por no saber comunicarte, por no tener esas palabras justas, se te esfumó algo que deseabas y después te arrepentiste.
¿A qué te hubiera gustado saber cómo expresarlo y conseguirlo?
Esto puede pasar también, cuando decimos algo y parece que nuestra opinión no es tenida en cuenta, y a veces, nos sentimos más pequeñitos al lado de quien su opinión si ha sido escuchada.
💡Piensa y comparte esto con otra persona que lo necesite
Pregúntate ahora
¿Cómo sería tu vida si supieras decir las palabras concretas que te lleven a conseguir cosas y no perder oportunidades?
¿Cómo te sentirías al conseguirlas?
Piensa, tómate tu tiempo.
💡Recomendación: anota estas preguntas en un diario semanal
#Carta 2: La viuda que sabía vender y seducir
Era el mes de agosto y serían sobre las doce de la noche. Estábamos en un chiringuito en una playa de la Costa del Sol.
Los pies metidos en la arena fresquita, mientras me tomaba una cerveza más fresquita aún.
Siempre digo, que no me fio de las personas que no les gusta tomarse algo en un chiringuito de playa. Esos que dicen que les incomoda la arena. Yo pienso, que es porque o bien tienen un problema hormonal o bien están recibiendo un exceso de medicación.
El caso, que mientras un grupo tocaba la versión de “Beautiful Day” de U2 y el cantante con el rostro achicharrado y arrugado como las manos de un esquimal arengaba a la gente, a un chico de unos 30 años, que estaba atento cómo un gato en una matanza por si había oportunidad de retozar, se le acercó por detrás una mujer a pedirle fuego.
Ella tendría unos 60 años y creo que sabía que es lo que buscaba él.
Ella sabía perfectamente que es lo que quería ella, cómo verás después.
La música continuaba y yo continuaba observando. Me gusta observar con una cerveza en mi mano.
Esta mujer, con el pelo oxigenado, su piel y el escote con un moreno Apache, y que se encargaba de dejar poco a la imaginación, no dejaba de mirarlo.
Y de bailar cerca, como cortejo de jacana africana.
Si no sabes que es una jacana africana, te diré, que es un pájaro en el que la hembra corteja al macho con acercamientos y una actitud un poco agresiva.
Bien, pues ella se acercaba y se alejaba, se tocaba el pelo y se acomodaba el escote.
El chico con sus amigos, de vez en cuando la miraba, pero miraba más a otras mujeres.
Fui a la barra a pedir más cerveza y este chico se puso a mi lado también para pedir.
Y ella, atenta como madre primeriza, que va detrás de su hijo cuando se sale de parque, pues fue tras él.
Se colocó a su lado y le sonrió.
Él sonrió.
Cómo yo estaba al lado lo pude escuchar todo. Llámame cotilla, pero tú hubieras hecho lo mismo.
Así, qué escuchando, pude oír la clase de persuasión más rápida que he escuchado en mi vida. Lo más inteligente resumido en una frase para conseguir lo que ella quería conseguir.
Ella le dijo: