Hoy te voy a hablar de los influencer.
Supongo que sabrás que son personas que se hacen fotos y vídeos para influenciar con su estilo de vida a otras personas.
Pero, no te quiero hablar de su profesión, sino de su vida.
De su corta vida (para algunos).
Cuando piensas en profesiones de riesgos, piensan en mineros, gente de la mar, de la construcción, etc.
Pero lo que no sabías, es que los influencer tienen más posibilidades de morir que un torero bizco.
Cada pocos nos días nos sorprenden con un fallecimiento.
Se han caído de un acantilado.
Se lo merendó un león.
Se caen desde un balcón cómo inglés en Ibiza.
De la moto.
Intoxicación etílica.
Le pico una serpiente.
De mil maneras, se van para el otro barrio.
James Dean dijo eso de que:
“Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver”
Bueno, pues James Dean era gilipollas.
Cómo muchos influencer que arriesgan su vida para intentar captar la atención y alimentar su ego.
¿Por qué te cuento esto?
No lo sé, acabo de ver una noticia y me apetecía escribir.
Y, ahora, aprovecho que es miércoles y no te toca hacer el amor.
Mira, el domingo publico una nueva carta.
Te voy a hablar de una cosa que muy pocas personas tienen en cuenta.
Y, que es esencial tenerla en cuenta.
¿Por qué?
Porque es lo mejor que podemos hacer por nosotros y por quienes nos rodean.
Es algo sencillo, es un ángulo psicológico que aprendía a utilizar en mi día a día.
¿Soy más feliz así?
La verdad, es que no me quejo y sobre todo, no me da por hacerme fotos en acantilados ni besar a serpientes venenosas.
Será el domingo.
Te suscribes aquí.
Un abrazo
Luis
PD: Es una lección no apta para los iluminados que quieren cambiar el mundo.